lunes, 18 de febrero de 2013

MERMELADA DE NARANJA AMARGA



No me gusta nada la cocina.
Casi nunca tuve necesidad de cocinar, otras personas lo hacían por mí.
Tengo la costumbre de "ir a comer" y encontrarme todo hecho.
Creo que no he agradecido lo suficiente este regalo: la comida de cada día.

Viendo algunos naranjos amargos cargados de fruta pregunté si no se aprovechaban esas naranjas.


Me dijeron que no, que se "botaban" a la basura. Me dio pena y a la vez cargo de conciencia. Pregunté, investigué cómo se hacía la MERMELADA DE NARANJA AMARGA -¡mi preferida!- No fue difícil encontrar respuesta y decidí meterme en la cocina.
La señora Matilde, nuestra cocinera me dijo que ella estaba deseando aprender.
Y emprendimos juntos la aventura.

Lavamos las naranjas, las pelamos, quitamos las semillas...
 ¡Y charlamos y platicamos durante horas!

Los dos éramos novatos en esta materia, pero ella estaba en su territorio y dominaba la situación, con lo cual el diálogo y las confidencias eran entre iguales.


Aprovechamos buena parte de las cáscaras. Bien troceadas.
Pensé en las horas de pie de Matilde preparando cada día mi comida, calculando el tiempo para que estuviera en su punto a la hora.


Con la receta bajo el brazo me da orientaciones a la hora de mezclar la pulpa
y los trozos de cáscara. Hoy soy yo su ayudante, su alumno y ella la maestra.

¡Cuántas veces he disfrutado de la comida sin acordarme de quien la ha hecho llegar a mi plato!

 ¡Cuánta ingratitud!

La receta decía que se debía dejar reposar hasta el día siguiente.
El día siguiente fue sábado. Matilde descansa.
Para mí el día más ajetreado:
Rosario de la Aurora, Misa, Confesiones, catequesis y...COCINA!!!
Fue buena experiencia quedarme solo en la cocina: me dí cuenta que todo lo que manchaba no se limpiaba solo, que es bueno usar delantal, y las quemaduras duelen bastante, entre otras cosas.

Esto va tomando forma!

Comencé a sentir la sensación de quien acierta, que lo iba a conseguir, pero seguían las dudas.

Casi perfecto!
Ahora vendrán y dirán que sabe amarga.
¡Como se disfruta al ver el resultado! ¡Cuando la prueban y te felicitan! ¡Cuando alguien te pide la receta!

Tendré que inventar una etiqueta.
Procuro invitar a todo el que viene a casa: ¿gustas?

¿Quién quiere?

No puedo terminar ahora la redacción de esto. Matilde está llamando que la comida está lista

6 comentarios:

  1. Yo quiero un poco, je je. Un abrazo Ata.

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  2. ¡Me ha encantado la historia! Yo también aprecio mucho más el lujo de que alguien te haga la comida ahora que no vivo con mis padres.

    Aunque yo prefiero lo dulce :)

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    1. Pues, sí, es un lujo que disfrutamos cada día y de forma inconsciente, incluso algunas veces protestando, ¡encima!

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  3. Nunca se deja de aprender. Eres un grande.

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    1. Yo también aprendí en ese proceso. Ahora hemos hecho otra y nos ha salido más rica, mejorada.
      Un abrazo, Rubén.

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