Llevo varios cursos impartiendo clases de Ética a alumnos
mayores (el anterior no lo hice). Desde el primer día que me presento en clase digo que soy sacerdote
católico. Esto no suele facilitar mucho las cosas, ¿o sí? Como a mí me va,
hasta cierto punto, la polémica y el "rifi-rafe" dialéctico, solemos tener pronto acalorados debates en
torno a la religión, la Iglesia, el Vaticano y la misma idea o existencia de
Dios.
Muchos de mis alumnos se manifiestan orgullosamente ateos y sólo
unos pocos se presentan como creyentes religiosos. Estos lo hacen al modo de Nicodemo: “de
noche”, en secreto, sin que se enteren sus compañeros (Jn, 3, 1-21). Los
primeros utilizan contra mí y mis posiciones verdadera artillería dialéctica, pero
por lo general prestada de los tópicos sociales y televisivos, por tanto son
armas de segunda mano.
Un día una alumna me dijo en un debate:
-¡Yo lo que no entiendo es cómo tú siendo filósofo (solo soy licenciado), puedes
creer en mitos y en esos cuentos!
Para ella toda creencia religiosa,
toda fe, no son más que mitos, cuentos, tonterías. Aseguró que, para ella, no existía más verdad que
la científica, empírica y racional. Ni siquiera quiso admitir la importancia de
las mitologías como intento de explicación de las verdades más profundas del
ser humano.
-¡Yo sólo admito los resultados de la ciencia! ¡Lo demostrable, lo
evidente!
-Bueno, bueno… parece que metes en el mismo
saco cosas bien distintas: ciencia, razón, evidencia…
-¡Yo quiero seguir siempre la verdad, y la verdad científica, y punto!
Entonces me vino a la mente la historia de un buscador actual: Antony
Flew, “el ateo más influyente del mundo”.
Y comencé a contarles algo de lo que
yo sabía de él: Antony Flew es un profesor de filosofía, recientemente
fallecido, que aseguraba que lo lógico es presuponer siempre el ateísmo hasta
que aparezca la evidencia empírica de un dios.
¡Ves?, lo que yo digo!: ¡lo “normal” es ser ateo! hasta que alguien me
demuestre científicamente la existencia de algún dios.
Los demás
alumnos se unieron pronto a esta opinión, mostraban interés y "disparaban". Dos o tres
“nicodemos” escuchaban y callaban.
Yo seguía:
-Flew
dice que en toda su vida ha seguido el principio socrático: “Sigue la evidencia, a
dondequiera que te conduzca”
-¡Me gusta ese
principio! ¡Y además parece lógico y razonable, como el mío, igual que el mío, lo que te dije! –dice la alumna de
la polémica.
- Bueno pues a él,
en los últimos tiempos, ese principio parece que le llevó a la necesidad de
admitir la existencia de Dios, -lancé yo.
-¡¡Ja! ¿Pero, Qué dices?!
-De hecho, siguiendo
ese camino, en el 2004 publicó un libro sorprendente: “There Is a God: How the World’s Most Notorious Atheist
Changed His Mind” (“Hay un Dios:
Cómo el ateo más notorio del mundo cambió su mente”).
La clase se calla
y se tensa. Uno de los “nicodemos” dice:
-¡Qué bueno!
Cuéntanos más. ¡Esto se pone interesante! ¿Está traducido ese libro?
-No, creo que no
está traducido. En Youtube podéis encontrar alguna entrevista
subtitulada. Me parece que Flew ha sido siempre un pensador honesto y aunque no
ha llegado a la fe, sí ha llegado a los preámbulos
de la fe, es decir: a esas verdades reveladas que la razón humana también
puede alcanzar (sabiduría superior, existencia de Dios, del alma, etc…)
Algunos alumnos se
ponen a buscar en internet y uno lee:
-“El doctor
en Filosofía Antony Flew, de 81 años, dijo que “tuvo que rendirse ante la evidencia
de los hechos”. Según Flew, tales hechos incluyen recientes descubrimientos
científicos en los campos de la cosmología y de la física. Además, explicó:
“Los hallazgos realizados durante más de cincuenta años de investigación del ADN
sirven de base para nuevos y poderosísimos argumentos a favor del diseño
inteligente” y de una Inteligencia Creadora. Declaró también que incluso el
“relato bíblico [del capítulo uno de Génesis] ¡podría ser exacto desde el punto
de vista científico! – Y sigue: “la única razón por la cual empecé a pensar en
creer en un Dios de primera causa es la imposibilidad de proporcionar una
explicación naturalista del origen de los primeros organismos reproductivos”
luego ha habido otras. Flew dice que la ciencia moderna destaca tres
dimensiones de la naturaleza que apuntan a Dios: la primera es el hecho de que
la naturaleza obedece leyes. La segunda es la existencia de la vida organizada
de manera inteligente y dotada de propósito, que se originó a partir de la
materia –y la materia en sí no tiene ni inteligencia ni propósito-. La tercera
es la mera existencia de la naturaleza.
-De hecho llegó a hablar del "colapso del ateísmo" -les digo.
-¿Te quieres "quedar" con nosotros, o qué? - dice la alumna.
-Es curioso –le digo- conocer la reacción de sus antiguos compañeros de
la “Sociedad Atea”: ¡lo han intentado meter en una residencia psiquiátrica!
-No me extraña, -dice ella.
- Dicen que ha perdido el juicio. Es decir: ¡cuando pensaba igual que
ellos era sabio y era su líder, ahora que ha descubierto nuevos argumentos,
nuevas verdades, está loco! ¿Os dais cuenta? Él, claro, se ha defendido
asegurando que sigue siendo el mismo de siempre y que sigue el principio
socrático de toda su vida: "seguir el argumento a dondequiera te que
lleve" y a él lo ha llevado a la necesidad de la existencia de Dios.
Uno de los alumnos creyentes al estilo de Nicodemo, que no había hablado nunca interviene:
-¿Y por qué estas cosas no salen en la tele?
Atanasio Serrano
El libro de Flew está editado en Editorial Trotta en 2012.
ResponderEliminarGracias, jsanjb.
EliminarLo desconocía.
Conozco a muy pocas personas que de verdad estén abiertos a razones. Y en cuestiones de fe, menos!
ResponderEliminarCierto, Estrella! Por eso son más de admirar personas como Flew
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