lunes, 22 de abril de 2013

DE MI DIARIO IV. Domingo del Buen Pastor



Me levanto un poco más tarde.


Digo las misas de 9.30 y 12:30, contando siempre en las homilías la historia de las ovejas que me recocieron y que publiqué ayer en el Blog. Veo a varias personas sacar el pañuelo y limpiarse los ojos...

Comemos un poco tarde. Antes puedo hablar algo con familiares y amigos por Skype.

Se me presentaba la tarde libre, sin Misas ni compromisos. 

Me alegró mucho recibir un Mensaje de PB invitándome a cenar en casa de sus suegros con varios amigos. Le digo muy contento que sí. También me llamó la Teacher de inglés para practicar un poco de conversación esta tarde; también le dije que sí pues se presentaba la tarde muy libre. Quedé con la profesora a las 5 y con PB hacia las 6:30. Cuando quedaban unos minutos para las 5 me llamó La "profe" diciéndome que no llegaría hasta las 5:15 porque estaba viendo un partido de básquet de su equipo (las Espuelas de San Antonio) y le gustaría verlo terminar, le contesté que estaba bien y que yo la esperaba para las 5:30. Se alegró.

A las 5:10 me bajé al huerto para regarlo un poco y esperarla allí.  El vecino viene a saludarme y platicar. Hacia las 5:30 veo que viene un coche con una mujer a aparcar en nuestra acera, antes de reconocerla  la saludé desde lejos con gestos de alegría y bienvenida creyendo que era la Teacher. Del coche salió una señora desconocida, me disculpé. Ella me dijo:

-Es usted un padre de esta iglesia? ando buscando a un sacerdote.

-Sí, soy el P. Atanasio.

-Me puede atender? Necesito ayuda!

-Bueno ya le he dicho en mis disculpas que estoy esperando a una profesora que viene a enseñarme inglés, yo soy español.

-Ya lo he notado en su acento, ¡qué lindo! Escúcheme, padre, por favor, es solo un momento, pero es urgente.

-Diga, la escucho.

-Mire, mi padre está  muy enfermo. Se está  muriendo, padre, está agonizando (llora).

-Usted, ¿de qué parroquia es?

-Sí, lo sé: no soy de aquí, pero es que el sacerdote de nuestra iglesia nos ha dicho que primero está su siesta (sic). ¡Por favor, Padre! Nos sentimos muy mal por esto, no nos atiende nadie de la iglesia.

-Bien, voy con usted, pero debo dejar recado a la profe de inglés que llegará en unos instantes, también debo buscar los Santos Óleos y demás. Avisé en casa que alguien recibiera a la Profesora y le explicara la situación.

Subí con ella en su coche: un Ford viejo, destartalado, sucio y lleno de cosas varias.

-Perdone, padre, que no tengo aire acondicionado y con este calor...

 Llegamos a la casa en una colonia al sur de la ciudad: pobre y desaliñada, silencisa y oscura. Salieron varias personas a saludarme. Entré en la estancia del enfermo que estaba completamente a oscuras, cuando se iluminó apareció encima de un camastro un anciano muy delgado y con respiración muy difícil. Una goma de oxígeno en la nariz y la boca muy abierta. Le tomé la mano y le hablé despacio:

-Buenas tardes, soy el P. Atanasio de la Iglesia de San Luis Rey, he venido a rezar con usted, su hija me fue a buscar y me lo pidió. Aquí junto a usted están su esposa y muchos miembros de su familia que lo quieren mucho. Si me oye y entiende, por favor apriete mi mano.

¡Y la apretó suavemente!

-¡Muy bien! No tema, estamos con usted. Rezaremos juntos. quizás extrañe mi acento, es que soy de España. Llevo poco tiempo aquí. Me hubiera gustado conocerlo antes de estar enfermo, pero no importa aun tenemos tiempo de ser amigos. -Y le aprieto un poco la mano a lo que él responde con leves movimientos. Seguí habládole despacio con cariño, con la mano unida y acariciando su frente fría. Lo invité a confiar en Dios.

Le di la absolución, después de invitarlo al arrepentimiento. Le di la Santa Unción y la Bendición Apostólica. Rezamos unas oraciones con los familiares presentes. Los bendije a todos.

Ya en la calle, cuando íbamos a subir al coche, la señora M que me había llevado me pide que por favor visite a su marido en el hospital, que está muy enfermo.

-¿También su marido está enfermo?

-Sí, padre. Sería muy bueno que usted lo visitara ahora.

-¡Tengo a la profesora esperándome!

-Por favor, padre, yo sé que usted es bueno.

(-¡Sí, cuando duermo!)

Después de dialogar con ella acepté acompañarla al Hospital Público de Laredo (Mercy Hospital). Al decirme ella el nombre y apellido y notar que era un nombre gringo le pregunté si su marido hablaba y entendía el español, me dijo que un poco sí, le dije si era católico y me dijo que era de una iglesia cristiana... pero que aceptaría a un sacerdote católico. Le comenté que pasara ella sola a la habitación y me anunciara y si estaba su marido de acuerdo en ser visitado por un cura católico... que me lo dijera. Así lo hicimos.

-¡Pase, pase, mi marido quiere saludarlo!

Pasé, lo saludé y nos entendimos en inglés y español de frontera. No tenía cara de muy enfermo y nos anunció que lo iban a operar de las venas del cuello. Rezamos juntos el Padrenuestro le di la bendición a la pareja. Ellos se besaron y yo entendí que él agradecía a ella el hecho de que me hubiera llevado.

A la salida, en un pasillo del hospital, M saludó a una vieja amiga que estaba en la puerta de una habitación, al decirle que yo era un sacerdote que había ido a rezar con su padre y marido, la amiga me pidió que, por favor, visitara también a su marido. Lo hice. Rezamos juntos y los bendije.

Cuando salimos llamé a mi profesora para decirle que perdonara, que ya llegaba en unos momentos. Llegué y la profesora, que me esperaba pacientemente, me dijo que le contara todo.

Comencé a hacerlo, pero ella me interrumpió:

 -¡En inglés!

Lo hice y ella me iba corrigiendo pacientemente. Al terminar fijamos nuestro próximo encuentro.

-¡Vaya tarde tranquila, que ha tenido, Padre! jeje...

Me decidí a ir a la fiesta-cena en casa de los suegros de PB, para ello busque en Google Maps la dirección, imprimí el mapa y lo puse en el frente en la camioneta. Llegué sin dificultad a las 7:30. Me recibieron con alegría y felicitación y les conté todo... ¡esta vez en español... y dando sorbos a una copa de vino!

Cenamos muy bien: costillas asadas, guacamole, elote tierno, jalapeños rellenos de queso con panceta y asaditos en las brasas, salsas y vino tinto. Rodeado de amigos y amigas disfruté de la cena y la compañía.

Regresé bien de noche a casa sin problemas de orientación ni tráfico, y eso que iba sin documentación: con las prisas del enfermo se me olvidó.

Me esperaban en el salón parroquial el párroco y un grupo de feligreses cenando.

-¿Dónde has estado?

-¿Lo queréis en inglés o en español?

-No empieces.

Completas y a dormir.

sábado, 20 de abril de 2013

OVEJAS Y PASTORES



“Los hombres han olvidado esta verdad -dijo el zorro-, pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado”.
Antoine de Saint-Exupery, EL PRINCIPITO.

   







 (Sucedió hace unos diez años)

Son casi las doce de la noche y me dispongo a acostarme. Desconecto del mundo y sus afanes y doy gracias a Dios por el día que termina.

   ¡De pronto suena el móvil que aún no había apagado!

  -Sí, diga.

  -¿Es usted D. Atanasio?

  -Sí, yo soy.

  -¿Me conoce…? ¿Se acuerda de mí?

  -… … ¿?

  -A ver… recuerde… soy un antiguo alumno suyo…

  - Ahora mismo no caigo… no sé…

  - Pues usted decía que nos recordaría siempre!

  -¿Ah, si? ¿dije eso?

  - Sí, y que cuando tuviéramos algún problema, que usted nos ayudaría.

  - ¿Cuándo dije yo todo eso?

  - Cuando era nuestro tutor, en sexto de "egebé".

  - ¡De eso hace más de veinte años! ¿no?

  - ¿No se acuerda?

  -Bueno… ¡es que digo tantas cosas…!

  -Sí, pues yo lo recuerdo muy bien. También dijo que siempre sería nuestro amigo, que nos esperaría siempre… y que aunque nos castigaba, nos quería mucho. “Si alguna vez estáis con problemas yo os intentaré ayudar, recordadlo”, decía usted.

  -Pero, ¿quién eres?

  -¡Bah! Seguro que no se va a acordar de mí. Soy Ángel. ¡Ángel Jorge Madrid!

  -¡Sí, ya te recuerdo, Ángel! Empezaste el curso más tarde que los demás porque venías de fuera, desplazado.

    
-¡Síii…! ¡Venía de Palencia! ¿Me recuerda de verdad, D. Atanasio?

- ¡Claro, y recuerdo a tus padres… y a tu hermano pequeño…! ¿Cómo se llamaba?

-¡Jo, gracias, ya veo que me recuerda!. David; mi hermano es David. Y mis padres están bien, pero yo tengo problemas… Bueno, quiero consultarle algo. ¿sabe?... ¡Jo, no sé cómo decírselo…!

-Bueno, ya has comenzado. Te escucho, Ángel.

    Y con interés y emoción recibo las palabras de Ángel.    

 Cuando terminamos de hablar era la madrugada y yo estaba completamente despejado y desvelado. Tumbado en la cama recordé muchas historias, muchas vidas y muchas anécdotas. Y me vino a la mente algo que me sucedió en mi adolescencia:

    Cuando a los quince años dije a mis padres que quería ir al Seminario, ellos decidieron vender el rebaño de ovejas que yo pastoreaba. Era una decisión dolorosa pero necesaria. Mis tatarabuelos, bisabuelos, abuelos, padres y todos mis hermanos habían sido pastores y ninguno motivó la venta del rebaño familiar. Conmigo se acababa una tradición centenaria. Me sentía, en cierta medida, culpable de una ruptura, de un final, de un cambio radical.

     Teníamos unas 250 ovejas a las cuales conocíamos por sus nombres o referencia, por su conducta (etología). Un día gris de invierno las fueron cargando una a una en dos camiones y se las llevaron. Cuando se quedó la majada vacía y silenciosa vi a mi padre llorar intentando disimular. Yo también lloré a escondidas…

    En el otoño siguiente yo ingresé en el Seminario de Arévalo. En el mes de febrero una hermana mía religiosa fue destinada a Uruguay como misionera. Por este motivo hice la primera visita a mis padres y a mi pueblo. Un día quise dar un paseo en bicicleta hasta el río Órbigo. Cuando estaba entre Benavides y Santa Marina, vi en las tierras de la Ribera un gran rebaño de ovejas y me acerqué por un camino agrícola a verlas de cerca. Serían más de quinientas. Cuando estuve cerca me dio un vuelco el corazón ¡al reconocer entre ellas a algunas de mis ovejas!. Me acerqué más y, con la emoción llena, comencé a mirar fijamente a cada una. Había varias;  y mantenían en el rebaño la misma posición que solían tener en el mío. Quería llamarlas pero no me atrevía. Tosí. Tosí varias veces… ¡y primero una y luego otras levantaron la cabeza y balaron!. Yo entonces  las llamé con los sonidos que siempre las llamaba y que habían utilizado siempre mis antepasados. Ellas respondieron levantando las cabezas; y un grupo de unas veinte vinieron corriendo hacia mí. En ese momento un silbido del pastor dio orden a dos perros que  me las arrebataron  y alejaron, esta vez para siempre.

    Fue un instante. Pero quedó bien grabado en lo más profundo de mi memoria, de mi corazón.

(Evangelio de San Juan, 10, 27-30. Dimingo 4º de Pascua)

PD.: Angel hoy es "amigo" en Facebook



jueves, 18 de abril de 2013

CON LA PSICÓLOGA EN EL HUERTO. II





(Continuación)

A los dos días cuando estaba regando el huerto, la doctora Silvia salió de su despacho:

-¡Por fin llegó el riego! ¡Cómo se lo van a agradecer, eh, Padre!

-Sí, y más con el "triple quince" que le eché anoche.

-¿El "triple quince"? ¿Qué es eso?

-El abono granulado que le aporté, se llama así porque lleva 15% de Nitrógeno, 15% de Fósforo y 15% de Potasio. Mire, son estos gránulos que se ven por el suelo.

-¡O sea, que hoy tienen fiesta completa!.

-Eso espero. Ayer les eché el abono y las mullí un poco la tierra ahuecándola y hoy convenía darle un buen riego de inundación bien lenta, con poco caudal y mucho tiempo.

-Ya lo veo, ya. Vamos, como cuando a una persona que se ha mudado de ciudad la invitan los nuevos vecinos a la primera cena o le hacen los primeros regalos... ¿no, padre? jajaja...

-Sí, algo así. Ahora es usted la que compara con personas,... jajaja...

-Oiga, me parece que a algunos de mis clientes los voy a traer al huerto... Quiero decir que les pueden venir bien estas enseñanzas de los chiles y los tomates, las raíces, las humedades y los abonos. ¿No le parece, Padre Ata?

-Usted sabrá, señora Silvia, usted sabrá. Yo ya lo he utilizado en algún sermón con los feligreses.

-¡¿De veras?! ¡Claro, claro si es que puede ser muy aleccionador!

Los días siguientes las matas de los chiles y los tomates hicieron un cambio espectacular: mejor color, hojas levantadas y crecimiento de otras nuevas. Luego aparecieron los primeros botones o capullos y más tarde las flores: ¡agradecieron bien el abono y el riego abundantes!

-Oiga, y lo del riego por inundación tan abundante, ¿por qué? ¿no era suficiente con la manguera o el aspersor que es más rápido?

-Bueno, pudiera ser suficiente, pero a mí, en esta circunstancia, me gusta más el riego de inundación . Quiero estar bien seguro de que el agua, portando el abono disuelto, le llegue a las raíces que han profundizado: ¡el regalo debe llegar a lo más profundo de la raíz y del alma! Si las regara sólo con la manguera, a estilo lluvia, estaría potenciando y premiando lo superficial, lo caduco,¡los antojos y caprichos, vamos!  las estimularía a que echaran raíces superficiales. Y lo tendría que hacer cada día con cierta esclavitud. ¡Mejor la inundación lenta!  Es más duradera, eficaz y libera de estar pendiente por unos días. Incluso llega más allá del terreno que ellas "conocen" y ahora lo pueden colonizar. ¿Se imagina el contento que deben tener aquellas raíces que en los días de sequía y crisis solo se preocuparon de profundizar buscando humedad y Vida?

-¡Ay, padre, ya está "personalizando" otra vez! ¡Y me encanta!

(Continuará)

lunes, 15 de abril de 2013

CON LA PSICÓLOGA EN EL HUERTO. I




El despacho de la Doctora Silvia tiene salida directa al huerto parroquial. Bueno, en realidad la salida es al porche que da al jardín donde yo he puesto el pequeño huerto.

Esa puerta es un pequeño escape: algunas veces la Doctora sale allí a fumarse un cigarrillo, como a hurtadillas; otras veces la utilizan los clientes que no quieren entrar o salir por la puerta de la oficina parroquial.

La Doctora Silvia es psicóloga.

Algunos de los clientes que recibe son enviados por los sacerdotes de la parroquia, otros no. Puede recibir y tratar a personas muy creyentes o devotas y a otras nada creyentes y nada devotas. Algunos cuando llegan o salen les gusta saludarnos y otros no.

Un día en los que yo iniciaba las labores para preparar el terreno donde plantaría mis hortalizas, Silvia hizo un descanso y salió a observar mi trabajo y a darme agradable conversación. Esto se repitió varias veces en los días sucesivos. Poco a poco la amistad se fue acrecentando y la conversación se hizo más distendida y confiada.

A los pocos días de que yo plantara unas matitas de chiles y tomates, Silvia salió a observarlas. Detallista, como es ella, me dijo:

-Padre, parecen sedientas ¿no convenía regarlas?

-¡No! No en al menos dos o tres días más -le aseguré yo.

-Ay, padre, pues yo las veo sedientas, como lacias.

-Y lo están, Doctora, lo están. Pero quiero yo que lo estén.

-¿Por qué, Padre Ata? No lo entiendo.

-Se lo explico, Silvia. Mire: cuando las planté a todas le di una buena ración de agua hasta empapar bien sus raíces y también la tierra que hay debajo de ellas, luego tapé esa humedad con  tierra seca. Pues bien: hasta dentro de unos días no pienso regarlas.

-¿Qué pretende, Padre, con eso?

-¡Que ahonden sus raíces tras la humedad!

Me mira entre asombrada e interesada, como deseando más información y se la doy:

- Mire, si en estos primeros días de su trasplante y adaptación -de su mudanza- le hago la vida demasiado fácil, no se preocuparán de ahondar sus raíces en busca de la humedad, no se prepararán para las grandes dificultades que seguro les esperan durante el abrasador verano texano, no se adaptarán al medio real en el que van a vivir. Al hacerle la vida demasiado fácil y húmeda, no echarán raíces profundas, serán siempre dependientes  del riego diario, se acostumbrarán a vivir como subvencionadas y al menor fallo entrarán en crisis y morirán. En pocas palabras: ¡pretendo que se busquen la vida!

-¡Qué interesante! Pero aquí, en este clima tiene que regarlas, Padre, y estar pendiente de ellas. -Me dice con interés creciente y como si le fuera tomando cariño a las plantitas.

-Lo sé, Silvia, y lo haré, no lo dude. De hecho estoy muy pendiente y las observo cada día, pero no las regaré aun. No me importa que estén un poco lacias y como tristonas: ¡en realidad todos lo estamos un poco cuando cambiamos de residencia...! Pero mire: las hojitas tiernas centrales están muy vivas.

-¡Ay, Padre, qué interesante: me está comparando a los chiles y los tomates con las personas!

-Bueno, hay una gran diferencia, jaja... pero a veces podemos aprender mucho de la naturaleza...

-¡Y que lo diga, Padre, y que lo diga, estamos de acuerdo! lo tendré en cuenta.

(Continuará)