EL INVENTOR DE CARAMELOS
Érase una vez, hace ya bastantes años, un alquimista obsesionado por descubrir la Piedra Filosofal. Aquella piedra que convertiría cualquier objeto en oro de ley.
Tenía el laboratorio experimental en el semisótano de la casa familiar y a veces su mujer y sus hijos le daban ideas nuevas o sugerencias por dónde podían ir las cosas.Un buen día al ver a su mujer freír unas fiyuelas, que entraban blancas en la sartén y salían doradas, gritó:
- ¡EUREKA! ¡Ya lo tengo!
Y acto seguido, con los ojos casi fuera de sus órbitas, apartó decidido el matraz de tres bocas y agarró con fuerza el mango de la sartén. Volcó en ella el recipiente de azúcar blanco y se puso a freírlo con un entusiasmo desmedido. ¡Toda la hora de la siesta estuvo dando calor y removiendo con la esperanza de que antes de la noche llegaría, por fin, la Piedra Filosofal!
El azúcar caliente se fue derritiendo y pasó a convertirse en una pasta viscosa y... ¡DORADA!.
Cuando le pareció que ya tenía bastante calor y vueltas, la fue dejando enfriar para ver si precipitaba y se hacía una piedra.
Se hizo una pasta transparente pero no como el cristal, dorada pero no como el oro y dura pero no como una piedra.
-¡¿Qué es esto? ¿Que tenemos aquí?!
Al intentar sacarlo de la sartén se le rompió en varios trozos. El alquimista tomó uno pequeño y lo llevó nervioso a su boca.
-¿A qué sabe, papá? dijo su hija pequeña.
-¡A rico!! gritó el padre.
Y el hijo mayor tomó un pedazo mediano, lo miró y remiró y dijo:
-Es bonito, tiene buena CARA
La niña pequeña no aguantó más y tomó un trozo grande. Sin pensarlo lo llevó a su boca diciendo:
-ME LO quedo para mí sola!!
-¿Cómo le llamaremos? preguntó su esposa, que había estado callada y un poco mohína y preocupada por su azúcar, su sartén y su cocina.
-Pues...!CARA-MELO! como ya han dicho los chicos.
La familia enseguida se dió cuenta que aquel invento podía ser rentable y decidieron ponerse manos a la obra. En una semana tenían fabricados más de diez sartenes de caramelos, que la madre llevó al mercado.
Comenzó a pregonarlos:
-CARAMELOS! RICOS Y DULCES CARAMELOS!!
Nada más oír lo de dulces un grupo de niños acudió corriendo.
Los llevaba sin envoltorio alguno; clasificados por tamaños: grandes, medianos y pequeños.
-¿Se pueden probar antes de comprar? preguntó una mamá meticulosa con al menos siete hijos a su alrededor.
-¡Sí, se pueden probar! Cedió la esposa del alquimista.
Y cada uno tomó un trozo y comenzaron todos a darle lametones, cambiando constantemente de pedazo para ver si todos sabían igual o parecido. Otros que llegaron también querían probar y la mercancía vino a ser una colección de dulces babas .
Los vendió todos, pero regresó a casa decidida a no dejar probar a nadie más.
Con el dinero obtenido de la venta compró una buena cesta de frutas frescas y variadas.
Su hija pequeña, que, aunque pequeña, era muy lista, comenzó a echar chorritos de distintas frutas en cada sartén que el papá preparaba. Luego todos comprobaban el sabor:
-¡A limón! ¡a pera! ¡a fresa! ¡a sandía!
-¿Has cortado la sandía? -¡¡Pero si era el postre para el domingo, que tenemos invitados!!
Llegó la madre al mercado. Esta vez acompañada de la niña pequeña y lista:
-CARAMELOS! RICOS Y DULCES CARAMELOS!!!
-¡¡CON SABORES DE VARIADAS FRUTAS!! gritó la niña.
Como anunciaron varios sabores todos querían probar si era verdad antes de comprar y qué sabor le gustaba más.
-¡No se pueden probar! dijo la esposa del alquimista, seria y con autoridad.
-Pues si no pruebo, no compro! dijo la madre de siete hermanos.
Y de nuevo probaron todos. Y las babas y las huellas de los dedos volvieron a ser de servicio público o comunitario.
Por el camino de vuelta la niña dijo a su madre que para la próxima vez los iban a llevar envueltos en trozos de papel. Y así lo hicieron la semana siguiente. Pero como era papel de barba, del que usaba el notario, no se veía lo que había dentro y en el mercado tuvieron que abrir cada caramelo para saber qué sabor había dentro.
-Es mejor que pongamos por fuera el nombre de la fruta que da el sabor. Dijo la madre. Y así lo hicieron: Limón. Pera. Fresa. Sandía. Pero la tinta se mojó y se corrió por todo el papel.
-¡Tengo una idea! dijo el hermano mayor que había tomado el puesto de su padre en la sartén
-¿Qué idea? dijo la hermana pequeña
-¡Pongamos envoltorios transparentes!
-¡Buena idea!
Y toda la semana estuvieron fabricando caramelos y envolviendolos en envoltorios transparentes.
Como aquello supuso un notable éxito, poco a poco se fueron especializando, llegando a hacer verdaderas obras de arte con los variados celofanes de los envoltorios.
-No hace falta que hagáis los trozos tan grandes. Vamos a reducirlos a la mitad, pues el envoltorio también vale y es muy atractivo. Habló el hijo mayor de nuevo.
Y toda la familia se fue especializando en envoltorios!.
Cada semana hacían los envoltorios más vistosos, más grandes, más envoltorios y... ¡menos caramelo!
-¡Ahora sí que ganamos! dijo el padre, que exigió poner su nombre de inventor en cada envoltorio.
La hija pequeña se especializó en envolver diminutos caramelos en envoltorios grandes y preciosos: con forma de mariposa, de tirabuzón, de tesoro, de libélula... muchos envoltorios.
La gente en el mercado ya no probaba ni miraba el tamaño, solo le interesaba el celofán y su atractivo de formas, colores y contrastes.
-Póngame cinco color rosado y blanco y otros cinco verde musgo!.
Cada semana era más pequeño el caramelo y así gastaban menos en azúcar, tiempo y calor.
Un día la niña pequeña y lista dijo:
-Vah!! yo creo que ya no hace falta poner caramelo, solo vale para manchar y pringar todo!! Con los envoltorios bien puestos vale y la gente nos lo va a agradecer porque se mancharán menos y para regalar quedan genial!
¡Desde aquel día toda la familia vende caramelos sin caramelo y la gente engañada y tan contenta lo celebra feliz!
.............................................MORALEJA.........................................................................................
Jesús es el Caramelo de la Navidad.
Él es el que da sabor.
Las luces, los disfraces, las reuniones, las cenas, la lotería, el árbol, el belén, los villancicos, las felicitaciones, las vacaciones, los encuentros, el turrón, los confites, las rebajas. los regalos, los viajes, las cestas y lotes, los conciertos, los horarios especiales, Santa Claus, Papá Noel y los Reyes Magos... son envoltorios.
¿Tienes muchos envoltorios?
¿Te quedaste sin CARAMELO?
Atanasio Serrano. Navidad 2016
Me ha hecho pensar. Gracias
ResponderEliminarMe alegro, Pilar.
EliminarPorque esta narración surgió después de pensar y meditar.
Me ha gustado mucho, Ata. Lo voy a usar en catequesis con los niños.
ResponderEliminarYa me dirás el resultado, Estrella.
EliminarYo también lo voy a utilizar en catequesis y lo comparto con hijos, nietos, vecinosy por Whatsapp.
ResponderEliminarGracias Ata.
Un ab67
Muy bonita la historia, tan sencilla y tan verdadera.
ResponderEliminarSaludos
Un cuento precioso, con una moraleja muy real
ResponderEliminarMuchas gracias, Paloma.
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