jueves, 29 de diciembre de 2016

¡ME HAN ENCERRADO EN LA IGLESIA!



Todas las mañanas tenemos la Iglesia abierta de 10:30 a 13:30.
No viene mucha gente, la verdad. Esta mañana solo han venido tres personas. Entran, rezan unos minutos y se van.

-Yo quiero ver el belén, que todos los años lo dejan muy bonito. ¿Lo puede encender, por favor?
-Sí, claro.
-¡Precioso, como siempre! Muchas gracias.

Cuando son las 13:15 y previendo que ya no viene nadie más me dispongo a cerrar el templo. Apago el belén, apago los lampadarios, corto los villancicos de la megafonía y me voy a la puerta para sacar la bicicleta e irme a casa.
 Me suena el móvil:

-Sí, dígame!
-¡Oiga que me ha dejado encerrada en la iglesia!
-¡¿Como!? ¿En qué iglesia?
-¡En esta! ¡En la de San José!
-Pero... ¿Dónde está Usted?
-Pues, ¡encerrada! ya le digo. Entré para ver el belén, lo apagan, cierran y ¡me he quedado dentro!
-Pero... ¡si no está cerrado aún! iba a cerrar pero aún no he cerrado. 
-Pues, ¡yo no puedo salir!
-¿Por qué? venga hacia la puerta, que estoy yo aquí, que está abierta!
-¡No! ¡aquí no veo a nadie, estoy yo sola! ¡Y la puerta está cerrada!
-¿Pero dónde está usted?
-¡Junto al belén! lo estaba admirando, contemplando, Apagan, cierran y aquí me he quedado. El horario ponía que era hasta la una y media,  ¡y aún quedan más de de cinco minutos! ¡Que es algo que no entiendo, la verdad!
-¡Que no, que aún no he cerrado! ¡Y la verdad, no sé donde está usted!
-Pues yo no puedo abrir, y quedarme aquí hasta las seis de la tarde... pues no me hace gracia, me parece demasiado.
-Mire, escúcheme: venga hacia la puerta, por favor.
-No, si ya estoy junto a la puerta, ¡está cerrada!.
-Pero...¡no puede ser! ¿En qué puerta está?
-En la de la calle.
-¿Qué calle?
-¡¡Pues la de la Calle Alcalá. Calle Alcalá número cuarentaitrés, la de la iglesia!!
-Yo le hablo desde la Iglesia de San José de Alcalá de Henares!
-¡¡UUFFF!! ¡Yo estoy en la Iglesia de San José de Madrid. De la Calle Alcalá, cuarentaitrés! ... Ya veo que me he confundido al buscar el teléfono con el móvil.
-Nos vamos aclarando. Vaya colección de coincidencias... Y ¡Vaya lío!
-Oiga: ¿Usted no me podría ayudar a salir de aquí?
-Bueno... lo intentaré. Tranquilícese unos minutos, yo la llamaré de nuevo. Voy a intentar ponerme en contacto con alguien de esa Parroquia.

Lo hago y hablo con el responsable.
-Creo que han dejado a una persona encerrada en la iglesia.
-¿Quién es usted?
-El párroco de San José... pero de Alcalá de Henares. Ella me ha llamado a mi.
-¡Vaya! jajaja... No es la primera... Ni será la última... jajaja ... Ahora voy a abrirle.
-Gracias. ¡Feliz Año Nuevo!

Llamo de nuevo a la "encerrada":
-Soy yo: el de la Iglesia a San José de Alcalá de HENARES.
-¡Ay, sí!
-Que ya he contactado con los de ahí. Que van a abrirle.
-¡Gracias! ¡Qué amable es usted! ¡Muchas gracias! ¡Vaya coincidencias, eh!
-Pues sí... Jeje. Cuando salga, y tenga tiempo venga a Alcalá de Henares a ver nuestro Belén, que seguro que es tan bueno o mejor que ese.
-Jajaja...Seguro que sí.
-Ya lo creo. Y tiene menos visitas...!


 Atanasio Serrano. Diciembre 2016


lunes, 26 de diciembre de 2016

VISITA "CULTURAL"



Cada año durante el tiempo de Adviento, en la parroquia se monta el “belén.”  Un grupo de feligreses, dirigidos por el párroco, se encargan de hacerlo. Es un “belén” de los llamados bíblicos, artísticamente realizado y con muchos detalles.

El año pasado (2008), una semana antes de las vacaciones de Navidad, dos profesoras de religión de primaria de un colegio público del barrio nos pidieron venir a verlo con los niños. Eran los más pequeños: los de 1º y 2º curso que daban religión en el colegio.
   Lógicamente les enseñamos el “belén” y se lo explicamos al detalle. Lo “enchufamos” para que manara la fuente, sonara el torrente, se hiciera la noche y el día y se apareciera el Ángel a los pastores.
    Como sobraba tiempo les enseñamos más cosas de la iglesia, del templo. Les seguimos contando la historia de Jesús (Kerigma) y de sus seguidores los cristianos. Les hablamos del Bautismo de Jesús en el Jordán y les mostramos la pila bautismal, donde muchos de ellos habían sido bautizados. Al ver las imágenes de la Virgen María y de San José les hablamos de la familia de Nazaret. Hablamos del grupo de amigos de Jesús y de la última cena y rodeamos el altar mayor. Les llamó mucho la atención cuando les explicamos el ara con reliquias de algún santo. Narramos y recordamos alguna parábola y vieron el ambón con los libros de las lecturas. En la Capilla del santísimo, ante el Sagrario, rezamos una oración. La mayoría de ellos habían venido a misa o a otra celebración con sus padres y en algunos detalles se adelantaban a lo que les contábamos. Nunca habían visto el incensario y se quedaron con las ganas de verlo encendido.
   
En un ángulo del fondo de la nave, cerca de la puerta de la calle, hay una imagen en tamaño real de Jesucristo muerto en la cruz. Los llevamos cerca para hablar de la Pasión y muerte. Algunos mostraron sentimientos de dolor o pena. La mayoría conocía la imagen:
    -¡Mi abuela viene aquí a rezar y echa una moneda para que se encienda una vela! Yo la acompaño y me gusta.
    Siguen mirando a la imagen. Hacen silencio…
    -Se murió y lo enterraron pero después vivió otra vez ¿a que sí?
    -Sí, es verdad: resucitó y sigue vivo. Por eso ahora nosotros podemos seguir siendo sus amigos, su grupo.
    Y les mostramos la imagen de Cristo Resucitado que preside desde el retablo mayor. Algún niño inició un aplauso que seguimos todos.
    A la salida nos felicitamos mutuamente la navidad y les regalamos a cada uno un calendario con la imagen de la Virgen.

     En los primeros días del mes de Enero, una vez reiniciadas las clases, nos llamó la directora del colegio para preguntarnos si seguía el “belén” en la parroquia. Al decirle que sí nos pidió que se lo enseñáramos también a los niños que no daban enseñanza religiosa. Pero “sólo como visita cultural”. Es que algunas madres (cuatro o cinco) y algún profesor protestaron porque unos niños tenían salidas culturales y otros no.
    Le dijimos que por nuestra parte no había problema.
    La visita fue prácticamente igual que la de los alumnos de religión de antes de la Navidad. La oración ante el Sagrario no la hicimos todos, la hicimos sólo nosotros, “como algo cultural…”

     Cando llegamos a la imagen de Cristo muerto en la cruz la reacción del grupo fue muy distinta: hicieron gestos de horror, muecas de repulsa y uno gritó con voz bien clara:
    -¡¡Qué asco!!
   No le pudimos mostrar la imagen del resucitado: el maestro y la maestra que los acompañaban comenzaron a organizar la vuelta al colegio y nos dijeron:
    -¡Nos vamos!
    Y sin más se fueron.
    A los dos días recibimos una llamada de la directora pidiendo información sobre la visita del segundo grupo de alumnos. Estaba un poco molesta porque algunas madres (cuatro o cinco) habían protestado y llevado el caso al consejo escolar porque en la visita a la iglesia le habíamos mostrado a los niños “imágenes no adecuadas.” 

 (Atanasio Serrano, HISTORIAS CONTADAS, CCS, MADRID 2011, Páginas 154-156)

viernes, 23 de diciembre de 2016

Cuento de Navidad

EL INVENTOR DE CARAMELOS


Érase una vez, hace ya bastantes años, un alquimista obsesionado por descubrir la Piedra Filosofal. Aquella piedra que convertiría cualquier objeto en oro de ley.

Tenía el laboratorio experimental en el semisótano de la casa familiar y a veces su mujer y sus hijos le daban ideas nuevas o sugerencias por dónde podían ir las cosas.
Un buen día al ver a su mujer freír unas fiyuelas, que entraban blancas en la sartén y salían doradas, gritó:

- ¡EUREKA! ¡Ya lo tengo!

Y acto seguido, con los ojos casi fuera de sus órbitas, apartó decidido el matraz de tres bocas y agarró con fuerza el mango de la sartén. Volcó en ella el recipiente de azúcar blanco y se puso a freírlo con un entusiasmo desmedido.  ¡Toda la hora de la siesta estuvo dando calor y removiendo con la esperanza de que antes de la noche llegaría, por fin, la Piedra Filosofal!
El azúcar caliente se fue derritiendo y pasó a convertirse en una pasta viscosa y... ¡DORADA!.
Cuando le pareció que ya tenía bastante calor y vueltas, la fue dejando enfriar para ver si precipitaba y se hacía una piedra.

Se hizo una pasta transparente pero no como el cristal, dorada pero no como el oro y dura pero no como una piedra.

-¡¿Qué es esto? ¿Que tenemos aquí?!
Al intentar sacarlo de la sartén se le rompió en varios trozos. El alquimista tomó uno pequeño y lo llevó nervioso a su boca.

-¿A qué sabe, papá? dijo su hija pequeña.
-¡A rico!! gritó el padre.
Y el hijo mayor tomó un pedazo mediano, lo miró y remiró y dijo:
-Es bonito, tiene buena CARA
La niña pequeña no aguantó más y tomó un trozo grande. Sin pensarlo lo llevó a su boca diciendo:
-ME LO quedo para mí sola!!
-¿Cómo le llamaremos? preguntó su esposa, que había estado callada y un poco mohína y preocupada por su azúcar, su sartén y su cocina.
-Pues...!CARA-MELO! como ya han dicho los chicos.

La familia enseguida se dió cuenta que aquel invento podía ser rentable y decidieron ponerse manos a la obra. En una semana tenían fabricados más de diez sartenes de caramelos, que la madre llevó al mercado.
Comenzó a pregonarlos:

-CARAMELOS! RICOS Y DULCES CARAMELOS!!
Nada más oír lo de dulces un grupo de niños acudió corriendo.
Los llevaba sin envoltorio alguno; clasificados por tamaños: grandes, medianos y pequeños.
-¿Se pueden probar antes de comprar? preguntó una mamá meticulosa con al menos siete hijos a su alrededor.
-¡Sí, se pueden probar! Cedió la esposa del alquimista.
Y cada uno tomó un trozo y comenzaron todos a darle lametones, cambiando constantemente de pedazo para ver si todos sabían igual o parecido. Otros que llegaron también querían probar y la mercancía vino a ser una colección de dulces babas .
Los vendió todos, pero regresó a casa decidida a no dejar probar a nadie más.
Con el dinero obtenido de la venta compró una buena cesta de frutas frescas y variadas.
Su hija pequeña, que, aunque pequeña, era muy lista, comenzó a echar chorritos de distintas frutas en cada sartén que el papá preparaba. Luego todos comprobaban el sabor:
-¡A limón! ¡a pera! ¡a fresa! ¡a sandía!
-¿Has cortado la sandía? -¡¡Pero si era el postre para el domingo, que tenemos invitados!!

Llegó la madre al mercado. Esta vez acompañada de la niña pequeña y lista:
-CARAMELOS! RICOS Y DULCES CARAMELOS!!!
-¡¡CON SABORES DE VARIADAS FRUTAS!! gritó la niña.
Como anunciaron varios sabores todos querían probar si era verdad antes de comprar y qué sabor le gustaba más.
-¡No se pueden probar! dijo la esposa del alquimista, seria y con autoridad.
-Pues si no pruebo, no compro! dijo la madre de siete hermanos.
Y de nuevo probaron todos. Y las babas y las huellas de los dedos volvieron a ser de servicio público o comunitario.
Por el camino de vuelta la niña dijo a su madre que para la próxima vez los iban a llevar envueltos en trozos de papel. Y así lo hicieron la semana siguiente. Pero como era papel de barba, del que usaba el notario, no se veía lo que había dentro y en el mercado tuvieron que abrir cada caramelo para saber qué sabor había dentro.
-Es mejor que pongamos por fuera el nombre de la fruta que da el sabor. Dijo la madre. Y así lo hicieron: Limón. Pera. Fresa. Sandía. Pero la tinta se mojó y se corrió por todo el papel.
-¡Tengo una idea! dijo el hermano mayor que había tomado el puesto de su padre en la sartén
-¿Qué idea? dijo la hermana pequeña
-¡Pongamos envoltorios transparentes!
-¡Buena idea!

Y toda la semana estuvieron fabricando caramelos y envolviendolos en envoltorios transparentes.
Como aquello supuso un notable éxito, poco a poco se fueron especializando, llegando a hacer verdaderas obras de arte con los variados celofanes de los envoltorios.
-No hace falta que hagáis los trozos tan grandes. Vamos a reducirlos a la mitad, pues el envoltorio también vale y es muy atractivo. Habló el hijo mayor de nuevo.
Y toda la familia se fue especializando en envoltorios!.
Cada semana hacían los envoltorios más vistosos, más grandes, más envoltorios y... ¡menos caramelo!
-¡Ahora sí que ganamos! dijo el padre, que exigió poner su nombre de inventor en cada envoltorio.
La hija pequeña se especializó en envolver diminutos caramelos en envoltorios grandes y preciosos: con forma de mariposa, de tirabuzón, de tesoro, de libélula... muchos envoltorios.
La gente en el mercado ya no probaba ni miraba el tamaño, solo le interesaba el celofán y su atractivo de formas, colores y contrastes.
-Póngame  cinco color rosado y blanco y otros cinco verde musgo!.
Cada semana era más pequeño el caramelo y así gastaban menos en azúcar, tiempo y calor.

Un día la niña pequeña y lista dijo:
-Vah!! yo creo que ya no hace falta poner caramelo, solo vale para manchar y pringar todo!! Con los envoltorios bien puestos vale y la gente nos lo va a agradecer porque se mancharán menos y para regalar quedan genial!

¡Desde aquel día toda la familia vende caramelos sin caramelo y la gente engañada y tan contenta lo celebra feliz!


.............................................MORALEJA.........................................................................................

Jesús es el Caramelo de la Navidad.
Él es el que da sabor.
Las luces, los disfraces, las reuniones, las cenas, la lotería, el árbol, el belén, los villancicos, las felicitaciones, las vacaciones, los encuentros, el turrón, los confites, las rebajas. los regalos, los viajes, las cestas y lotes, los conciertos, los horarios especiales, Santa Claus, Papá Noel y los Reyes Magos... son envoltorios.

¿Tienes muchos envoltorios?
¿Te quedaste sin CARAMELO?


Atanasio Serrano. Navidad 2016