domingo, 5 de enero de 2014

DE COMPRAS



   Era sábado por la mañana. Primer sábado del mes de Diciembre.
Llegamos al “parking” del “gran centro comercial” como quien llega a una romería. 
Dimos varias vueltas con el automóvil buscando una plaza de aparcamiento que no estuviera muy alejada de la salida de las cajas de pago: ¡todo completo! 

   -¡Sigamos a esos que van con el carro lleno!

   -¡Sí, cierto, y además llevan las llaves del coche en la mano!

   Aparcamos un poco lejos y seguimos el ritual: buscar monedas para liberar un carro de compra.

    -Mejor dos, que luego siempre andamos mal de espacio, parece que tenemos pensado comprar poco, pero al final no nos cabe lo comprado en un solo carro.

    Seguimos la “procesión” de otros creyentes del consumo y entramos en el “gran centro” como en un templo en busca de un poco de  felicidad y sentido.
     Allí nos encontramos con nuestros vecinos: una pareja joven con su hijo de dos años que nos saludan con alegría.

   -¡Ves, dos carros; nosotros deberíamos de haber hecho lo mismo!. Comenta el padre.

   Ellos llevaban un solo carro, que en estos momentos, como iba vacío, le servía para llevar a su hijo Isaac de dos años: sentado junto a las manillas, disfrutaba de las atenciones y miradas de la madre que empujaba el carro.

    Al entrar en la gran galería-atrio el ambiente nos envolvió y secuestró nuestros sentidos: olores, música, luces… Allí nos separamos y cada uno fuimos a lo nuestro. Ellos entraron en el supermercado para hacer la compra y cumplir así con el precepto semanal; nosotros continuamos adentrándonos en la “cueva” y sus múltiples ofertas: zapatos y ropas, dulces y golosinas, aparatos múltiples que nos servirían en casa como nuevos esclavos… ¿o nos esclavizarían?  Al final del recorrido teníamos uno de nuestros carros bien lleno.

   -Debemos darnos más prisa y pasar al “súper”.

   Y tratamos de hacer un buen propósito, más voluntarista que real:

   -¡Saca la lista que es mejor ir con orden! ¡ no nos fijemos en nada  que no sea  verdaderamente necesario! ¿Vale?

    En estos momentos nos encontramos de nuevo con nuestros vecinos que hacen línea con otros "creyentes"  para pagar su carro lleno. Están solos la mamá y el niño. El pequeño Isaac llora y reclama atención: pide que lo lleven en brazos porque la compra, las cosas, le han arrebatado el espacio en el carro y en el cuidado de la madre. Ésta trata de convencerlo de que llevan muchas cosas para él y que aún le van a comprar más.

   -Además, papá ha ido a buscar otro carro y estará a punto de llegar.

   Comentamos con ella lo que hemos comprado en la galería y las ofertas y novedades tan buenas que hay. Como la vemos un poco atareada con el carro y con el niño, nos quedamos con ella hasta que pasa la caja y ahora hasta que llegue su marido. Intentamos contentar o distraer a Isaac. ¡Tarea bien difícil!: está cansado y celoso, está realmente enojado y quiere que su madre abandone el carro y lo tome a él. El padre tarda en llegar. Cuando lo hace nuevo disgusto y berrinche del niño: ¡llega con el nuevo carro prácticamente lleno!... lo ha ido llenando en la “precesión” por la galería. La madre también se siente un poco contrariada pero disimula dedicándole atención y cuidados al niño que no deja de llorar. Se agacha para ponerle un zapato que se había quitado y cuando está a su altura lo mira fijamente y le dice:

   -A ver, Isaac, hijo: ¡pide lo que quieras que te compre mamá! ¡pídeme lo que quieras, cariño!

  Él, conteniendo el llanto y mirando a su madre, le dice:

   -¡¡Mimos, mimos!!

   Y los dos se abrazaron fuertemente.



Atanasio Serrano




                                (Tomado de Internet)