Me gusta tener la Parroquia abierta.
Me refiero al templo. Como no me atrevo a dejarla abierta sin nadie cuidando, me veo obligado a estar mucho tiempo por allí o a pedir ayuda a otras personas.
Procuro iluminarla suavemente, que esté limpia y ordenada y algunas veces pongo música relajante de fondo.
La Iglesia está cerca del Paseo del Río, por donde pasean constantemente muchas personas. Está entre dos
colegios y un parque con juegos infantiles. Las viviendas y las tiendas están al otro lado de la calzada.
Creía que iban a pasar muchas personas a rezar.
O a pensar.
O a ver.
O a descansar.
¡O a algo!
¡Nadie!. Hay días en que no entra nadie.
Hace unas semanas, cuando ya era de noche, llegó un hombre solitario.
-Buenas noches, ¿Es usted el sacerdote?
-Sí, buenas noches.
-Es que traigo algo para los necesitados. Traigo unos "cartones" de leche. ¿Dónde los puedo dejar?
-Ah, pues muchas gracias. Ya le abro la almacén-bodega de Cáritas.
Y los dos descargamos de su furgoneta 80 litros de leche.
No me quiso dar su nombre, no quiso entrar en el templo, no dio más explicaciones: ¡se marchó! Y desde la ventanilla del auto me gritó:
-¡La próxima semana procuraré traer otro tanto!
Y las dos semanas siguientes, en el mismo día y a la misma hora ha venido con sus cartones de leche para los necesitados: solitario, de noche, anónimo... misterio!
El sábado por la mañana, recien abierta la Iglesia, llegó otro parecido:
-¿Es usted de esta Iglesia?
-Sí, soy el párroco nuevo.
-Ah, bueno... tampoco conocía al anterior... Yo no soy muy de estas cosas... ya sabe... jeje.
-Bueno, ¡bienvenido!
-Es que nunca la veo abierta y hoy la vi y me decidí a mirarla. Mi esposa sí viene por aquí algunas veces.
-Pues estaría bien que la acompañara usted... jeje.
-Ya, es que mire... esto... el otro día... creo que fue el lunes por la tarde, sí el lunes! vi una fila de gente aquí y me pareció que venían a pedir.
Sí, claro. Los lunes por la tarde tenemos Cáritas.
-Ya, pues nosotros, mi esposa y yo hemos pensado en colaborar algo en esto. Queremos dar un donativo, si se puede...!
-¿Donativo? ¡Claro que se puede! ¡Eso siempre!
-¡Pues tenga!
Y sin más me dio 300 Euros.
Se marchó solitario por el Paseo del Río sin decirme su nombre.
Ayer, mientras la iglesia estaba abierta, yo estaba en la oficina. Desde allí me pareció oír como unos gemidos o un llanto en el templo. Salí muy despacio y en silencio me fui acercando a una mujer que se limpiaba el rostro en un banco. Estaba sola. Ella me vio e hizo un gesto como pidiendo perdón o disculpas. Me senté cerca de ella.
-Perdone, Padre. No crea que estoy loca o algo parecido. Es que... es que no sé a dónde ir.
-¿Le importa que me siente aquí?
-No! pero es que solo tengo ganas de llorar... y... ¡me quiero morir! ¡Estoy tan sola!
-Nadie está completmente solo.
-¡¡Sí, yo sí!! Mire: hace medio año que murió mi marido, el hombre más bueno de este mundo. No tenemos hijos. ¡Y yo no puedo con esta soledad!
No está mal para empezar. Lo primero es que estén los brazos y las puertas abiertas. ¡Un abrazo!
ResponderEliminarGracias, Estrella.
EliminarLas puertas abiertas quieren ser signo o expresión de brazos, mente y corazón abiertos.
Qué post tan hermoso. Muchas gracias por estar, Atanasio. Aunque no pase nadie... ya ves que pasan los que tienen que pasar. Y estoy segura, que cosas mayores verás.
ResponderEliminarUn abrazo grande
Gracias por animarme.
EliminarA veces me desanimo esperando.
¿Cuánto me habrá esperado El a mí?
Gracias Ata, esta entrada me da para rezar.
ResponderEliminarRaúl.
Pues me das una alegría!!
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